La palabra príncipe significaba mas bien aceptación. La gente de pueblo podían reconocerlo y lo observaban asombrados a ese aquel deleite de sus poemas. Mas sorpresa aun se llevo la princesa quien reconoció en instantes a su bardo y en esos momentos era un príncipe quien determinaba pedirla. Los reyes lo recibieron con jubilo y eso despertó en él una mirada de malicia y reto en el príncipe. Una vez habiendo pedido ya a la princesa y los reyes haber echado vista a los bienes del bardo. El ahora príncipe, justo antes de salir por las puertas con su amada, se despojo de sus vestidos finos demostrando entonces sus harapos de bardo cayendo los reyes en cuenta.
–Apenas conocieron mi rostro para conocerme entonces mas sin embargo, sigo siendo el mismo bardo que una vez apenas oyeron.— le dijo el príncipe y ambos salieron del reino.
El Reino Antiguo se conmocionó con la noticia de lo sucedido. El encapuchado, la dama, el gnomo y la hada se fueron entonces satisfechos de haber cumplido su misión.
No deberíamos prejuiciarnos con la apenas presencia que induce temor a lo desconocido y hiere en las mil formas al mundo con su ambición por impedir algo que carácter natural. ¿Qué logramos prohibiendo el amor o lo que nos induce temor? Por más que se le corte sus ramas al árbol este producirá muchas más ramas tornándose más vivo. Devolver la pureza a la armonía es la misión atada a mi cuaderno, es la esencia de un gnomo y una hada quienes poseen esperanza con su carácter fantástico y posible, es la historia y tesoro de un Árbol Eterno quien protege al Amor, es el convencimiento de una Dama que si existen los designios de corazón y es la fuerza que ilumina a este encapuchado en los senderos oscuros y desconocidos por caminar. Es nuestra compañía por restaurar la armonía que nos llena de Luz e Inspiración.
Por Angel Yamil Ortiz Torres © #27