sábado, 10 de marzo de 2018

Ruptura

El cuaderno estuvo oculto mucho tiempo pero su poder no se detuvo. Su propietario fue débil y temía asumir su labor por cual existe. Que necios los que huyen de su destino pues no se alejan de otro ser que no sea él mismo. El encapuchado olvidó pero en los sueños recordó, se fue lejos pero cada día se acercó, desapareció su historia pero los remanentes eran tinta que se materializó en palabras y dejaron pistas de lo ocurrido. La historia de un encapuchado y sus mestros mientras su afan por un aprendiz sucumbió todo.

El encapuchado supo siempre donde dejó su cuaderno pero el huir lo alivianó grandemente y vivió normal luego de la desaparición. Es entonces, luego de años que la ausencia de su cuaderno carcomía sus entrañas. Necesitaba volver pues la realidad que adoptó era más dolorosa que su propia mediocridad. En la oscuridad de su habitación, mientras observaba tras la ventana, una figura se materializó en las sombras.

—Siempre te detengo cuando caminas y te hago caminar cuando te detienes— le dijo la voz familiar.

El encapuchado no se inmutó pues sabía quien era.

—La única razón por la que puedas controlarme, Miedo—nombró delatando su nombre— es porque te he escuchado. Ya no me interesa.

Al decirlo la sombra desapareció y el encapuchado se dirigió a la salida de su habitación. Allí percibió un recuerdo que lo llenó de dolor: la pérdida de su hada y la desaparicion del gnomo. Corrió monte adentro donde antes estaba su base. Un lugar que ya no era un jardin, un espacio conquistado por la vegetación. En un árbol ya seco, sus raíces alojaban su cuaderno. Lo recogió y arrancó las páginas última que narraban los eventos perdidos. Las hojas eran obstinadas y muchas  se quedaron en el cuaderno. Las arrancadas cayeron en el suelo donde más tarde serían recogidas por el gnomo.

El encapuchado se levantó y se fue junto al cuaderno a un lugar lejos de la base, del Arbol Eterno, de un guardabosque y un águila. Viajó al nido del águila. Un santuario de fósiles blancos y tierras negras donde la vida crece con poder.

Pero no fue solo...

Por Angel Yamil Ortiz Torres © 2018 #43

lunes, 20 de octubre de 2014

La águila y el guardabosque

 Se encontraba el encapuchado con Miedo en su base. Había mejorado considerablemente las condiciones del lugar mientras que Miedo sólo permanecía allí y su presencia era suficiente ayuda. En esos momentos se escuchó el chillido del águila por el lugar. Esto le recordó algo importante del pasado.

—¿Escucharás su llamado?— le preguntó Miedo— Ella no te querrá mucho tiempo por estos lugares.

ANTES

           En los predios del bosque, se establecieron mucho tiempo atrás un guardabosque y una águila. Trabajaron arduamente para estructurar una armonía en el lugar. La águila sobrevolaba siempre todo el lugar y cuidaba su paz. El guardabosque conocía cada espacio de aquel bosque. Sembrada sus árboles y escuchaba su lenguaje. Su corazón estaba entregado a los demás. Ellos dieron orden al ambiente del bosque. Incluso conocían la presencia del Árbol Eterno aunque pensaran de él que era otro árbol más de grandes proporciones. Luego, la armonía del bosque se vio amenazada por la naturaleza opuesta de ellos. La águila ansiaba volar y el guardabosque sólo le preocupaba la vida de los árboles y plantas que daban fruto. Tales diferencias crearon choques y la águila se enfrentó a él reclamando su hogar natural. A tales eventos, el guardabosque decidió irse y continuó dándole vida a otras tierras.  La águila voló también y se fue a conocer todo eso del mundo que le parecía desconocido. Es ahí, en ese momento de soledad en el bosque, que se escuchó de un encapuchado junto a un gnomo y su hada.

Por Angel Yamil Ortiz Torres © 2014 #42

lunes, 10 de marzo de 2014

Barreras de Costo

     Se encontraba el muchacho junto a Miedo caminando entre la espesura del bosque. Para ambos este lugar era familiar debido a que muchas batallas entre los dos se libraron allí. Estando entonces, parado en medio de aquel paisaje, el muchacho se detuvo y miedo percibió rápidamente qué sucedía.

—No tienes idea cómo continuar. Simplemente dejaste de ser y ahora eres patético— le dijo Miedo y se alejó.

—Tienes razón, he abandonado completamente lo que era y ahora por más que quiero continuar es tarde— dijo el muchacho sintiéndose impotente— Posiblemente todo lo que se es llega a un fin y es tiempo que deje a un lado las fantasías.

Miedo se acercó nuevamente con agilidad.

—Si eso es cierto, ¿cómo es que sigo cerca de ti?— le dijo Miedo en un acercamiento menos brusco— Tu has enterrado a tu ser en los recuerdos porque temes enfrentarlos. Sabes que no estas satisfecho de lo que hiciste, ¿enfrentarás el dolor en tu pasado?

     El muchacho entendía perfectamente lo que le decía.Miedo no le hablaba con mentiras, el temor real estaba en la vida. Aun así no sabía cómo continuar, eran como si le perteneciesen a otro. No obstante, debía decidir si continuar en la nada o luchar por recuperar su pasado. Se levantó y corrió hacia donde estaba lo que era su antigua base. Los árboles se habían quedado con aquello. Las lágrimas  se escaparon involuntariamente. Muchas veces estuvo arreglando aquel lugar y lo dejaba perder nuevamente. Ya el gnomo y el hada no se encontraban y, como efecto a una gran tragedia, el recuerdo de lo sucedido los mantenía sin quererse recordarlo. Luego de un respiro profundo el muchacho comenzó a arreglar aquel lugar

***
ANTES

     El encapuchado regresaba a la base a través del portal junto a su gnomo. Cargaba consigo su cuaderno y examinaba la página que le faltaba.

—No comprendo porque intentas hacerte notar en esos mundo— le decía el gnomo mientras recogía un poco el lugar.

—Creo que es lo correcto— le dijo el encapuchado y continuó pero casi al momento el gnomo se metió en el camino.

—Ella nunca fue tu Aprendiz ni lo será. hay historias que tienen que continuar pero acaban para que ocurran otras nuevas.

El encapuchado continuó sin hacerle caso.

—La terquedad tiene su costo— le dijo el gnomo con notable tristeza mientras veía al encapuchado marcharse.


Por Angel Yamil Ortiz Torres © 2014 #41

martes, 4 de marzo de 2014

Esencia de Miedo

                Pasó mucho tiempo de aquel recuerdo que poseía el encapuchado de aquella luz y soberana oscuridad. Se alejó de aquel mundo magnífico y se entregó a la realidad inmediata de ser un joven en sus tareas comunes. El gnomo en uno de esos tantos días dejó de verlo y asimismo su cuaderno. La base era una maraña de pastizales de un cuento antiguo. El Arbol Eterno se encontraba oculto en el espesor de algun bosque. Los entes oscuros apenas se discernian ya que la "realidad" no afirma tales existencias.

              El joven ya no era más un encapuchado. No existía nada que no se pudiera observar. Estaba envuelto en los giros peligrosos del diario vivir. Su vida sin magia aparentaba no poseer asociación alguna a su pasado, su aparente misión. No todo de esto era cierto.

             Levantarse temprano para hacer sus estudios estando a punto de culminar esa larga jornada para comenzar una nueva esclavitud: la vida adulta. Ciertos efectos comenzaron a observarse en él: ciertas escarchas en sus párpados y un dolor que estrangulaba su garganta. Cada día era más insoportable y temía que las condiciones de la vida tomarían parte. Su temor también aumentaba a medida que esto ocurría. No podía ocultar su desagrado a cada momento en que escuchaba los consejos sensatos de ir a trabajar, endeudarse, tener una familia sin tiempo para ella y ser parte del enfermizo sistema social.

             Las noches eran las peores a medida que comenzaba como tiempos venerables cuando a menos tenía en sus manos las herramientas de hacer todo diferente. Dormir fue insoportable una noche y se levantó bucando ansiosamente desprenderse de su estrangulador invisible. Una risa malévola logró escuchar y muy lejos de asustarse se alegró de saber quién estaba cerca de él.

— Tu nunca me abandonaste— le dijo el muchacho.

—¿Cómo hacerlo? Eres una persona muy testaruda que huyes a causa de mí— le dijo Miedo.

—Ahora deseo regresar gracias a tí.

—No haces sentido en lo que dices—le dijo Miedo en tono jocoso— Siempre haces lo mismo, das los primeros pasos pero cuando descubres que soy mucho superior a tí terminas abandonando todo.

—¿Entonces por qué apareces?

—Por mi naturaleza, vencerme no dura eternamente e ignorarme termina llevandote a abandonarte a ti mismo. Yo te freno cuando te mueves y te muevo cuando frenas.

 Por Angel Yamil Ortiz Torres 2014 © #40

martes, 27 de noviembre de 2012

La Aprendiz

Se encontraba el encapuchado y el gnomo escoltando a la muchacha hacia donde quiera que ella se dirigía. Estaban atravesando un sendero del bosque que se dirigía a un grupo de casas por lo que hubo una noción de orientación. La muchacha estaba más calmada y miraba al encapuchado con notable curiosidad como si lo hubiese visto antes. El encapuchado no pudo aguantar más la curiosidad y volvió a interrogarla.

 —Aquella criatura,¿ya la habías visto antes cierto?— le preguntó el encapuchado pendiente a todo gesto de ella.

La muchacha asintió con el rostro pero no dijo nada y el encapuchado continuó.

 —Tienes que saber que esa criatura volverá y es un ser oscuro que se materializa a través de ti. Lo que me resulta curioso es ¿cómo eres capaz de lograrlo?— cuestionó nuevamente el encapuchado.

 — No lo se— dijo la muchacha por palabras primeras— desde niña siempre me ha gustado explorar. Cuando tengo oportunidad, me adentro a estos bosques porque siento como si me llamara lo desconocido. Explorando estos bosques ocurrió— hizo una pausa— que comenzó a perseguirme la criatura.

 El encapuchado notó lo que estaba sucediendo durante esa pausa, una situación delicada. Por otro lado, estaba emocionado por más de una razón. No sabía que aquella muchacha a la que dibujaba la encontraría allí, fuera capaz de materializar y le apasionará explorar.

 —Te he visto muchas veces— continuó ella— Y me ha llamado tanto la atención el hecho de que vas explorando con libertad la vida.

 —No me conoces— dijo el encapuchado entonces más serio.

 —Quisiera poder acompañarlos, poder entender un poco más.

 Las palabras de la muchacha detuvieron al encapuchado y recordó que la figura al lado de Sabiduría era quien iba a conocer. El encapuchado aceptó y la llevaron hasta frente las casas. La muchacha se despidió de ellos pero no los dejó ir.

 —¿Cómo los encontraré?— preguntó ella.

 — Adentrándote a lo desconocido— le dijo el encapuchado y se fue a la base junto con el gnomo. Por el camino el gnomo conversó con él.

 —Hay muchas cosas que me sorprenden de ella pero no se porque siento que hay algo que nos es correcto— le dijo el gnomo.

 — Descuida, ella será la Aprendiz— dijo el encapuchado ignorándolo inmerso en sus pensamientos.

 Por Angel Yamil Ortiz Torres 2012 © #39

domingo, 25 de marzo de 2012

La Sombra de la Muchacha

Se encontraba el encapuchado bajando a toda prisa junto a su gnomo por aquella loma. Aquel ser oscuro estaba también persiguiéndolos con notable furioso. El corazón del encapuchado afirmaba que allí definitivamente encontraría a su hada. Aquella que indicó cuando recibiría inspiración desde mucho antes. La silueta empezaba a tomar una forma más definida mientras se acercaban. Sin embargo, al estar enfocado en alcanzarla, el encapuchado tropieza con aquella forma femenina que definitivamente no era una hada. Era una joven, y al levantarse luego de aquel tropezón, trata de quitarle la capucha al encapuchado.

El encapuchado se asusta y se levanta rápidamente para verla. El tiempo pareció detenerse para él. Esa joven fue a quien dibujó en su cuaderno aquella vez. Era la misma que volvió a ver luego de que se reafirmó a seguir su camino. Sabía que era una señal. En el rostro de ella había una Elección. La delicadez de su belleza era tan única como la de las sirenas pero el brillo en sus ojos demostraba su pasión por cualquiera que fuese sus sueños. Algo en ella le permitía ser él mismo, como si ya existiese una confianza entre ambos. El encapuchado sentía una extraña emoción junto a ella.

Ese instante se interrumpió al llegar el gnomo. La joven se echó para atrás observando también al encapuchado. Este momento fue interrumpido por el ser oscuro que llegó hasta frente a ellos. El ser no lo conocía el encapuchado pero si al parecer la joven. Ella comenzó a gritar y el encapuchado buscó su cuaderno y materializó una espada en sus manos y fue a atacarlo. Esta criatura era fuerte y el mero golpe de sus poderosas garras hirió al encapuchado en su brazo. ¿Qué era esa bestia? Nunca había luchado contra algo como él. Entonces comprendió que sucedía. Sus armas no hacían nada porque ese ser oscuro era sombra de la joven. En ese momento corrió hasta la joven esquivando los ataques de esta bestia que el encapuchado no podía reconocer. Le dio su espada a ella y materializó en su otra mano un escudo.

—Tienes que luchar contra él. Yo te protegeré— le dijo el encapuchado a la joven poniéndose frente a ella y moviendo el escudo frente a la criatura.

La muchacha soltó la espada y se resguardó en él. En ese momento la bestia se abalanzó hacia el encapuchado pero el escudo emitió una fuerte luz que expulsó hacia atrás a la bestia que entonces huyó. La muchacha se encontraba aterrada junto al encapuchado.

  —¿Qué era eso?— preguntó el gnomo en una esquina.

El encapuchado espero a que pudiese calmarse y la interrogó.

— ¿Cómo pudiste materializar esa bestia?— le preguntó el encapuchado y al ver la cara de incrédula de la joven prefirió no insistir— Vamos, te acompañaremos.

Entonces el encapuchado y el gnomo escoltaron a la muchacha.

Por Angel Yamil Ortiz Torres 2012 © #38

viernes, 13 de enero de 2012

Necesidad de Actitud



Se encontraba el encapuchado en la cima de la loma y de ahí todo lo podía observar. El gnomo se encontraba cerca de él explorando el área en busca de materiales. El encapuchado estaba recordando la mujer de aquella extraña Sabiduría y abrió su cuaderno. Recordaba que le había dicho que aquella a quien guardaba en su cuaderno lo estaba buscando. Hojeó varios de sus escritos y dibujos hasta que se encontró con la imagen de la mujer que conocía de hace mucho tiempo atrás mas nunca había hablado con ella. Era el Rostro de la Mujer Definitiva, una mujer de perfecta belleza ante sus ojos. Esto también hizo desentrañar recuerdos de su pasado que no deseaba explorar por lo que cerró su cuaderno.

 Se sentía fuera de propósito mientras no se encontraba luchando contra sus propios males. Un tiempo en blanco sin nada aparente que debiese hacer o buscar. Sólo tenía su cuaderno, el gnomo y la búsqueda de una hada que el propiamente había olvidado antes. Tenía el cuaderno en sus manos pero esto no lo acercaba a su misión, siquiera estaba realizándolo. Sólo estaba en la cima de la loma esperando que algo aparentemente sucediese. Meditaba si realmente había logrado algo desde el momento en que decidió retornar mientras caía por el acantilado. 

Nada es como se espera, nos dirigimos hacia el encuentro de algo que no siempre esta presente en el momento que llegamos a él. Esto crea confusión y sólo nuestras actitudes son las que determinan  nuestro destino. Actitud, era lo que siempre le estuvo exigiendo la vida al encapuchado. El levantarse y actuar ante el camino, el mundo siempre lo ha estado esperando para que cumpliese su verdadero destino. 

El encapuchado va entendiendo esto cuando a lo lejos logra ver un pequeño celaje. Se enfocó más en él y pudo reconocerlo como su querida y anhelada hada. Rápido avisa al gnomo y ambos bajan rápidamente la loma. No obstante, no se percatan que un ser en sombras anda tras ellos.

Por Angel Yamil Ortiz Torres 2012 © #37