martes, 4 de marzo de 2014

Esencia de Miedo

                Pasó mucho tiempo de aquel recuerdo que poseía el encapuchado de aquella luz y soberana oscuridad. Se alejó de aquel mundo magnífico y se entregó a la realidad inmediata de ser un joven en sus tareas comunes. El gnomo en uno de esos tantos días dejó de verlo y asimismo su cuaderno. La base era una maraña de pastizales de un cuento antiguo. El Arbol Eterno se encontraba oculto en el espesor de algun bosque. Los entes oscuros apenas se discernian ya que la "realidad" no afirma tales existencias.

              El joven ya no era más un encapuchado. No existía nada que no se pudiera observar. Estaba envuelto en los giros peligrosos del diario vivir. Su vida sin magia aparentaba no poseer asociación alguna a su pasado, su aparente misión. No todo de esto era cierto.

             Levantarse temprano para hacer sus estudios estando a punto de culminar esa larga jornada para comenzar una nueva esclavitud: la vida adulta. Ciertos efectos comenzaron a observarse en él: ciertas escarchas en sus párpados y un dolor que estrangulaba su garganta. Cada día era más insoportable y temía que las condiciones de la vida tomarían parte. Su temor también aumentaba a medida que esto ocurría. No podía ocultar su desagrado a cada momento en que escuchaba los consejos sensatos de ir a trabajar, endeudarse, tener una familia sin tiempo para ella y ser parte del enfermizo sistema social.

             Las noches eran las peores a medida que comenzaba como tiempos venerables cuando a menos tenía en sus manos las herramientas de hacer todo diferente. Dormir fue insoportable una noche y se levantó bucando ansiosamente desprenderse de su estrangulador invisible. Una risa malévola logró escuchar y muy lejos de asustarse se alegró de saber quién estaba cerca de él.

— Tu nunca me abandonaste— le dijo el muchacho.

—¿Cómo hacerlo? Eres una persona muy testaruda que huyes a causa de mí— le dijo Miedo.

—Ahora deseo regresar gracias a tí.

—No haces sentido en lo que dices—le dijo Miedo en tono jocoso— Siempre haces lo mismo, das los primeros pasos pero cuando descubres que soy mucho superior a tí terminas abandonando todo.

—¿Entonces por qué apareces?

—Por mi naturaleza, vencerme no dura eternamente e ignorarme termina llevandote a abandonarte a ti mismo. Yo te freno cuando te mueves y te muevo cuando frenas.

 Por Angel Yamil Ortiz Torres 2014 © #40

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