lunes, 10 de marzo de 2014

Barreras de Costo

     Se encontraba el muchacho junto a Miedo caminando entre la espesura del bosque. Para ambos este lugar era familiar debido a que muchas batallas entre los dos se libraron allí. Estando entonces, parado en medio de aquel paisaje, el muchacho se detuvo y miedo percibió rápidamente qué sucedía.

—No tienes idea cómo continuar. Simplemente dejaste de ser y ahora eres patético— le dijo Miedo y se alejó.

—Tienes razón, he abandonado completamente lo que era y ahora por más que quiero continuar es tarde— dijo el muchacho sintiéndose impotente— Posiblemente todo lo que se es llega a un fin y es tiempo que deje a un lado las fantasías.

Miedo se acercó nuevamente con agilidad.

—Si eso es cierto, ¿cómo es que sigo cerca de ti?— le dijo Miedo en un acercamiento menos brusco— Tu has enterrado a tu ser en los recuerdos porque temes enfrentarlos. Sabes que no estas satisfecho de lo que hiciste, ¿enfrentarás el dolor en tu pasado?

     El muchacho entendía perfectamente lo que le decía.Miedo no le hablaba con mentiras, el temor real estaba en la vida. Aun así no sabía cómo continuar, eran como si le perteneciesen a otro. No obstante, debía decidir si continuar en la nada o luchar por recuperar su pasado. Se levantó y corrió hacia donde estaba lo que era su antigua base. Los árboles se habían quedado con aquello. Las lágrimas  se escaparon involuntariamente. Muchas veces estuvo arreglando aquel lugar y lo dejaba perder nuevamente. Ya el gnomo y el hada no se encontraban y, como efecto a una gran tragedia, el recuerdo de lo sucedido los mantenía sin quererse recordarlo. Luego de un respiro profundo el muchacho comenzó a arreglar aquel lugar

***
ANTES

     El encapuchado regresaba a la base a través del portal junto a su gnomo. Cargaba consigo su cuaderno y examinaba la página que le faltaba.

—No comprendo porque intentas hacerte notar en esos mundo— le decía el gnomo mientras recogía un poco el lugar.

—Creo que es lo correcto— le dijo el encapuchado y continuó pero casi al momento el gnomo se metió en el camino.

—Ella nunca fue tu Aprendiz ni lo será. hay historias que tienen que continuar pero acaban para que ocurran otras nuevas.

El encapuchado continuó sin hacerle caso.

—La terquedad tiene su costo— le dijo el gnomo con notable tristeza mientras veía al encapuchado marcharse.


Por Angel Yamil Ortiz Torres © 2014 #41

martes, 4 de marzo de 2014

Esencia de Miedo

                Pasó mucho tiempo de aquel recuerdo que poseía el encapuchado de aquella luz y soberana oscuridad. Se alejó de aquel mundo magnífico y se entregó a la realidad inmediata de ser un joven en sus tareas comunes. El gnomo en uno de esos tantos días dejó de verlo y asimismo su cuaderno. La base era una maraña de pastizales de un cuento antiguo. El Arbol Eterno se encontraba oculto en el espesor de algun bosque. Los entes oscuros apenas se discernian ya que la "realidad" no afirma tales existencias.

              El joven ya no era más un encapuchado. No existía nada que no se pudiera observar. Estaba envuelto en los giros peligrosos del diario vivir. Su vida sin magia aparentaba no poseer asociación alguna a su pasado, su aparente misión. No todo de esto era cierto.

             Levantarse temprano para hacer sus estudios estando a punto de culminar esa larga jornada para comenzar una nueva esclavitud: la vida adulta. Ciertos efectos comenzaron a observarse en él: ciertas escarchas en sus párpados y un dolor que estrangulaba su garganta. Cada día era más insoportable y temía que las condiciones de la vida tomarían parte. Su temor también aumentaba a medida que esto ocurría. No podía ocultar su desagrado a cada momento en que escuchaba los consejos sensatos de ir a trabajar, endeudarse, tener una familia sin tiempo para ella y ser parte del enfermizo sistema social.

             Las noches eran las peores a medida que comenzaba como tiempos venerables cuando a menos tenía en sus manos las herramientas de hacer todo diferente. Dormir fue insoportable una noche y se levantó bucando ansiosamente desprenderse de su estrangulador invisible. Una risa malévola logró escuchar y muy lejos de asustarse se alegró de saber quién estaba cerca de él.

— Tu nunca me abandonaste— le dijo el muchacho.

—¿Cómo hacerlo? Eres una persona muy testaruda que huyes a causa de mí— le dijo Miedo.

—Ahora deseo regresar gracias a tí.

—No haces sentido en lo que dices—le dijo Miedo en tono jocoso— Siempre haces lo mismo, das los primeros pasos pero cuando descubres que soy mucho superior a tí terminas abandonando todo.

—¿Entonces por qué apareces?

—Por mi naturaleza, vencerme no dura eternamente e ignorarme termina llevandote a abandonarte a ti mismo. Yo te freno cuando te mueves y te muevo cuando frenas.

 Por Angel Yamil Ortiz Torres 2014 © #40