viernes, 20 de agosto de 2010

Sumisión a la Oscuridad

Se encontraba el encapuchado escondido detrás de las puertas de un pequeño hogar. Junto a él, se encontraba la Dama del Lago. Su misión, un joven de aquella casa. La dama sólo había ido a acompañarlo en su tarea. Ella estaba confundida y algo asustada. El encapuchado sólo le había dicho que iban a cumplir una misión y aún no comprendía que hacían.

Escondidos, el encapuchado abrió el cuaderno y parecía estar buscando algo cuando escucharon unos ruidos desde el techo. Ambos observaron y vieron que era el gnomo que le hacía señas al encapuchado. Entendiendo, el encapuchado se dirigió a observar por la ventana.

Dentro de la casa se encontraba un joven leyendo un periódico. Leía vagamente las noticias hasta que llegó a la sección de anuncios.

—Oye madre, ¿crees que deba ir a trabajar?—preguntó el joven dentro de la casa.

—No te preocupes, descansa, otros lo harán. Por favor, ¿puedes traerme un café?

—Esta bien—dijo el joven algo desganado y fue a la cocina.

Al ir allí se percata de que no hay café preparado y ante tales circunstancias no sabía que hacer.

—No hay.

—Ve y prepara.

El muchacho algo temeroso observó los materiales y concluyó.

—Necesitaré ayuda madre.

— Déjalo, luego lo preparo yo.

En esos momentos escucha tocar la puerta y va a ella. Allí se encuentra a su amiga, con quien frecuenta mucho.

—¿ Quería ver si me acompañas al festival de las rosas? Este año dicen que lo hicieron muy especial y dedicado a las parejas...

La chica se quedó en una pausa, la mirada de ella poseía ese brillo que se suele apreciar en esos cuyos poseen un sano interés por el otro. El joven también tenía dichos brillos en la mirada pero rápido bajó su mirada.

—Debo primero preguntar que le parece, entonces haré lo que me digan.

La muchacha bajo entonces la mirada. El joven le dijo que esperara un rato afuera y cerró su puerta. Se dirigió a consultarle a su madre, que sospechó que se encontraba en la cocina. Mientras esto sucedía, el encapuchado, la dama y el gnomo observaban por las ventanas.

—¿Pero qué rayos le pasa a ese chico?— se preguntó el gnomo observando a la chica afuera.

—Llegó la hora— dijo el encapuchado cuando vio que el joven entró a la cocina.

Una vez el joven entró a la cocina descubre que su madre no se encuentra ahí. En esos momentos se queda sin luz el lugar y la puerta se cerró. El joven inmediatamente comenzó a gritar por ayuda mientras que sus palabras continuamente caían al vacío. El encapuchado estaba ya dentro de la cocina y el joven apenas se había percatado. La Dama del Lago empezó a preocuparse por lo que sucedería allí. Su imaginación estaba corriendo, pensando en cosas malignas que realizarían al pobre joven. No comprendí la razón de llevarlo a la oscuridad.

El joven había quedado ya sin voz frente a la puerta. No quería mirar atrás y apenas pensaba salir de allí por sí mismo. Entonces comenzó a escuchar ruidos de pasos.

—¿Qué debes hacer?— le pregunta la voz del encapuchado mientras el joven comienza a aterrarse más y llamar por auxilio.—¿Acaso no puedes salir de aquí por ti mismo?

El joven continuó en lo mismo hasta que pasado un tiempo comenzó a comprender que sus actos eran inútiles. Poco a poco comenzó a tomar consciencia de su entorno y ya podía discernir objetos por la escasa luz en la oscuridad. Decidió levantarse y cuando fue casi a ciegas por unas velas conociendo donde se encontraban guardadas descubrió que su casa se encontraba vacía. Esto lo comenzó a desesperar una vez más hasta que observó en la mesa un arreglo de velas que pertenecían a sus padres. Vio también los encendedores al lado. Comenzó a preguntarse si debía consultar prenderlos pero sabia que no lo escucharían. Entonces quedó de brazos cruzados sin saber que hacer.

—¿Acaso preguntas para respirar? Respiras por tu propia decisión y necesidad— le dijo el encapuchado y el joven se atrevió ver hacia la ventana viendo su sombra.— Si te quedas así, jamás podrás ver nada ni hacer nada. Todo será para ti inútil.

El joven se asustó en ello, pero descubrió la razón en las palabras y decidió prender las velas de la cocina iluminando el salón. Temeroso dirigió la mirada a la ventana pero el encapuchado ya no se encontraba ahí. Vio los materiales para hacer el café y una decisión germinó dentro de sí. Buscó en los empaques las instrucciones y preparó el café. En esos momentos tocan a su puerta y se abre. Frente a él se encontraba su madre.

—¿Es acaso esto una sorpresa?— preguntó la madre contenta por el rico aroma a café.

El joven sonrió pero permaneció pensativo.

—Vuelvo pronto, tengo una cita— dijo después de una alargada pausa y salió de la casa junto a su amiga que todavía se encontraba allí.

Viendo todo esto, el encapuchado hizo señas y se alejaron del lugar. La dama había comprendido su misión allí y emitió una sonrisa. El gnomo iba riéndose por el camino casi en burlas por el joven. El encapuchado permanecía serio emitiendo cierta determinación en sus pasos.

—Sólo en la oscuridad es que descubrimos nuestra propia luz— les dijo el encapuchado y continuó serio por todo el camino.

Por Angel Yamil Ortiz Torres 2010 © #24

domingo, 8 de agosto de 2010

La Ondina

Se encontraba el encapuchado junto al gnomo buscando piedras con cristales en un rio para crear unas herramientas. El sonido del rió era muy relajante y hacía muy placentero el buscar los cristales. El encapuchado siguió el caudal del río cuando en lo alto de un peñasco a una mujer de extraña belleza. Su piel era blanca con tonalidad azules. El encapuchado pudo darse cuenta de que criatura se trataba y se acercó con cautela.

—Es muy extraño alcanzar a ver una ondina fuera de su mundo— le dijo el encapuchado serio.

La ondina volteó su rostro hacia al encapuchado y al ver más allá al gnomo entendió que se trataban de criaturas mágicas también por lo que no huyó. Las ondina se quedó quieta por unos instantes esperando que el encapuchado continuara con su conversación pero al este no responder no le dio más remedio que comenzar a contar.

—Llevo mucho tiempo en este mundo. Crucé la dimensión pero luego decidí permanecer aquí. Ahora permanezco en esta roca viendo todos los días lo mismo. Sin poder salir de aquí. Sin apenas tener una razón para vivir.
—¿Por qué no buscas tu razón? Vivir en una roca es muy triste— le contestó el encapuchado.

— A nadie le interesa. Apenas han venido a buscarme—dijo la ondina.

—Apenas has venido a buscarte a tí misma. No tienes razón para permitirte tan deprimida. Lánzate, lucha y vive— le dijo el encapuchado.

— No hay razón alguna necesito que me escuchen, que me vean— le dijo algo alterada la ondina.

Al suceder esto, el encapuchado miró al gnomo y este entendió que quería. Mientras la ondina continuaba discutiendo y lamentándose a sí misma el gnomo desapareció de la vista de todos. Entonces el encapuchado actuó.

— Ya es suficiente, estando en lo alto de la roca no podrás ser lo que eres. Una vez me hicieron esto y espero que funcione igual en esta ocasión.

Al decir esto, el encapuchado le hizo señas al gnomo y este la empujó del peñasco hacia el río. La ondina gritó del susto pero comenzó a sentir su corazón a medida que se zambulló a lo hondo del río. Una vez allí, se llenó de energía y continuó su camino.

Desde lo alto del peñasco, el gnomo se encontraba sonriendo.

— Deberías de dedicarte a lanzar personas al vació— dijo sonriendo el encapuchado y continuaron buscando cristales.


Por Angel Yamil Ortiz Torres 2010 © #23




miércoles, 4 de agosto de 2010

Manifiesto de su Universo

Acababa el encapuchado de venir de su encuentro con el Árbol Eterno cuando sintió la necesidad de visitar la Dama del Lago. Sintiéndolo como un llamado, este abrió rápidamente su cuaderno y se teletransportó hasta el lago. Allí la vio y su interior se llenó de alegría fue hacia ella cuando la dama se percató de su presencia.

—No deberías estar aquí—le dijo la dama con aparente coraje pero con una tonalidad de evidente dolor.—Es mejor que te vayas.

Las palabras golpearon fuertemente en su interior al encapuchado. No pensó más allá de las palabras y se retiró con dolor de allí. Era peligroso saber que dos simples oraciones de rechazo lo habían dejado en tan mal estado. Mientras se alejaba, su cuerpo se dejó vencer y tuvo que soltar sus lágrimas con coraje. Entonces pareció escuchar una voz femenina.

—¿Por qué lloras? ¿Crees que realmente debes llorar? Es increíble pensar que olvides que tras un hecho se esconde la realidad. Eso tu lo conoces— dijo la voz femenina y este se levantó buscándola con la mira por todos lados.

La voz lo dejó pensativo.

Mientras tanto, la dama se encontraba en sus propios problemas frente al lago. Se comenzó a sentir cansada y sin darse cuenta quedó dormida en el suelo. Luego de un rato, se levantó de golpe por haberse quedado dormida. Apenas se levantó vio su cuerpo aun en el suelo y se asustó.

—Estas en un sueño— le dijo una voz que ella muy bien conocía y cuando volteó vio al encapuchado.

Iba a decirle algo pero la sorpresa de las circunstancias la detuvieron. El encapuchado le tendió la mano.

—Vamos, acompáñame— le dijo el encapuchado.

La dama lo pensó por unos momentos pero luego accedió darle la mano. Entonces comenzó a sentirse liviana y la mano del encapuchado la halaba hacia arriba. Comenzó a flotar y pronto empezaron a adentrarse al mar celeste nocturno repleto de estrellas. La dama miraba con notable emoción las estrellas mientras flotaba en el espacio junto al encapuchado.

—Cada estrella nos guarda la leyenda de uno que nació entre nosotros y sus valerosos actos brotó en el mundo la armonía. Nos recuerdan que en el mundo nada de lo que queremos es imposible y al lograrlo nos unimos al propio universo— le dijo el encapuchado.

Continuaron navegando el cielo nocturno hasta que poco a poco se acercaron a la enorme Luna. La dama al ver la Luna comenzó a llorar de gozo. Nunca había visto nada igual, y su luz parecía latir junto a su corazón.

—La Luna es el faro de unión. Su luz inspira los escritos del poeta, alumbra las faenas de los enamorados y vela por todos mientras cultivamos los sueños. Nos recuerda que en la más terrible oscuridad siempre habrá una luz guiándonos e inspirando. No estas sola— le dijo el encapuchado y esta vez bajaron.

Mientras bajaban hasta el suelo terrestre, la dama pudo ver el mundo en todo su esplendor parecía hablarle algo que ella no entendía mientras poco a poco descendieron e un impactante paisaje. Se encontraban en lo alto de una montaña donde el viento hasta mecer los pastizales frente a un impresionante río que descendía con un inspirador sonido. Pudo ver entonces pájaros de muchos colores que parecían flores vivientes en el aire emitiendo cantares de melodías. Entonces sintió que el mundo podía hablarle. Podía sentir en sus adentros todos los sonidos del cielo, las estrellas, el agua, los pájaros y todo ese conjunto de criaturas que viven junto a nosotros. Algo dentro ella pareció ceder y se entregó a la melodía del mundo. Comenzó a elevarse por sí sola del suelo y empezó a llenarse de vida.

En el suelo, el encapuchado observaba quieto lo que sucedía cuando un shaman se acercó a él. Luego comenzó a cantar en desentonos palabras incomprensibles. Todo esto surgió y los corazones del encapuchado y la dama comenzaron a latir con mucha más fuerza. Se fusionaban a la armonía de todos los elementos del Universo. Todo continuó cada vez más hasta que el ocurrió el Rugido del Mundo. Un increíble estruendo que dejó todo completamente blanco y la dama y el encapuchado parecían emanar luz.

— La naturaleza es la madre de todo ser viviente. Es el corazón de la Armonía y nos recuerda que somos parte de una inmensa capacidad de vida y poder,de alegría y amor, de elementos que exaltan nuestros corazones y su energía se une a todas las demás. No hay razón para permitirnos dejar de seguir adelante creciendo en alegría y amor— contaba el encapuchado mientras el también se desaparecía en la luz.

La dama quedó sola en la luz por unos instantes y cuando comenzó a sentirse incómoda, se levantó se golpe del suelo. Esta vez observó el suelo y vio que realmente estaba despierta y quedó meditando lo vivido. Por otro lado, el encapuchado también se levantó del suelo cerca de su base y comenzó a reflexionar sus propias palabras. Ambos se podian sentir en el Rugido del Mundo.

Por Angel Yamil Ortiz Torres 2010 © #22

domingo, 1 de agosto de 2010

Las Encomiendas

Se encontraba el encapuchado junto el Árbol Eterno con el cuaderno abierto. Estaba esperando que el Árbol comenzara. Ya se encontraba listo cuando hablo.

— Debes primero subir a lo alto de mis ramas— le dijo el árbol.

El encapuchado lo observó extrañado por unos momentos cuando decidió aceptar. Fue a subirlo pero apenas encontraba una forma. Entonces pudo ver un bejuco colgando del mismo y fue a sujetarse de él. Parecía bastante resistente cuando ya a mitad de alcanzar la rama el bejuco se partió y cayó fuertemente. Pasó trabajo para levantarse nuevamente pero esta vez se vio determinado. Vio que con sus manos podía tocar un hueco del tronco y comenzó a subir a todas fuerzas agarrándose de este. Pudo subir esta rama y entonces pudo darse de lo realmente grande que era dicho árbol. Luego de unos instante de pensarlo, continuó subiendo con dificultad. Cada rama era mucho más difícil de subirla. Estaba ya casi en la cima cuando el árbol lo interrumpe.

—Recoge ese cuaderno de arriba, una vez un poeta subió ahí y presenciando los hermosos paisajes del su alrededor no se creyó capaz de realizar la obra abandonando el cuaderno.

El encapuchado subió hasta donde dijo el árbol y encontró en un hueco producido por las ramas altas un cuaderno algo roto. Lo abrió y se percató que estaba todo en blanco.

— Escribe mis historias en el cuaderno. Mi segunda encomienda es que crees un puente a la tuya propia. Ahora comienza y escribe lo que te tengo que contar.

El encapuchado se sentó en lo alto del Árbol Eterno y presenciando aquel mágico paisaje comenzó a escribir.

Por Angel Yamil Ortiz Torres 2010 © #21