Escondidos, el encapuchado abrió el cuaderno y parecía estar buscando algo cuando escucharon unos ruidos desde el techo. Ambos observaron y vieron que era el gnomo que le hacía señas al encapuchado. Entendiendo, el encapuchado se dirigió a observar por la ventana.
Dentro de la casa se encontraba un joven leyendo un periódico. Leía vagamente las noticias hasta que llegó a la sección de anuncios.
—Oye madre, ¿crees que deba ir a trabajar?—preguntó el joven dentro de la casa.
—No te preocupes, descansa, otros lo harán. Por favor, ¿puedes traerme un café?
—Esta bien—dijo el joven algo desganado y fue a la cocina.
Al ir allí se percata de que no hay café preparado y ante tales circunstancias no sabía que hacer.
—No hay.
—Ve y prepara.
El muchacho algo temeroso observó los materiales y concluyó.
—Necesitaré ayuda madre.
— Déjalo, luego lo preparo yo.
En esos momentos escucha tocar la puerta y va a ella. Allí se encuentra a su amiga, con quien frecuenta mucho.
—¿ Quería ver si me acompañas al festival de las rosas? Este año dicen que lo hicieron muy especial y dedicado a las parejas...
La chica se quedó en una pausa, la mirada de ella poseía ese brillo que se suele apreciar en esos cuyos poseen un sano interés por el otro. El joven también tenía dichos brillos en la mirada pero rápido bajó su mirada.
—Debo primero preguntar que le parece, entonces haré lo que me digan.
La muchacha bajo entonces la mirada. El joven le dijo que esperara un rato afuera y cerró su puerta. Se dirigió a consultarle a su madre, que sospechó que se encontraba en la cocina. Mientras esto sucedía, el encapuchado, la dama y el gnomo observaban por las ventanas.
—¿Pero qué rayos le pasa a ese chico?— se preguntó el gnomo observando a la chica afuera.
—Llegó la hora— dijo el encapuchado cuando vio que el joven entró a la cocina.
Una vez el joven entró a la cocina descubre que su madre no se encuentra ahí. En esos momentos se queda sin luz el lugar y la puerta se cerró. El joven inmediatamente comenzó a gritar por ayuda mientras que sus palabras continuamente caían al vacío. El encapuchado estaba ya dentro de la cocina y el joven apenas se había percatado. La Dama del Lago empezó a preocuparse por lo que sucedería allí. Su imaginación estaba corriendo, pensando en cosas malignas que realizarían al pobre joven. No comprendí la razón de llevarlo a la oscuridad.
El joven había quedado ya sin voz frente a la puerta. No quería mirar atrás y apenas pensaba salir de allí por sí mismo. Entonces comenzó a escuchar ruidos de pasos.
—¿Qué debes hacer?— le pregunta la voz del encapuchado mientras el joven comienza a aterrarse más y llamar por auxilio.—¿Acaso no puedes salir de aquí por ti mismo?
El joven continuó en lo mismo hasta que pasado un tiempo comenzó a comprender que sus actos eran inútiles. Poco a poco comenzó a tomar consciencia de su entorno y ya podía discernir objetos por la escasa luz en la oscuridad. Decidió levantarse y cuando fue casi a ciegas por unas velas conociendo donde se encontraban guardadas descubrió que su casa se encontraba vacía. Esto lo comenzó a desesperar una vez más hasta que observó en la mesa un arreglo de velas que pertenecían a sus padres. Vio también los encendedores al lado. Comenzó a preguntarse si debía consultar prenderlos pero sabia que no lo escucharían. Entonces quedó de brazos cruzados sin saber que hacer.
—¿Acaso preguntas para respirar? Respiras por tu propia decisión y necesidad— le dijo el encapuchado y el joven se atrevió ver hacia la ventana viendo su sombra.— Si te quedas así, jamás podrás ver nada ni hacer nada. Todo será para ti inútil.
El joven se asustó en ello, pero descubrió la razón en las palabras y decidió prender las velas de la cocina iluminando el salón. Temeroso dirigió la mirada a la ventana pero el encapuchado ya no se encontraba ahí. Vio los materiales para hacer el café y una decisión germinó dentro de sí. Buscó en los empaques las instrucciones y preparó el café. En esos momentos tocan a su puerta y se abre. Frente a él se encontraba su madre.
—¿Es acaso esto una sorpresa?— preguntó la madre contenta por el rico aroma a café.
El joven sonrió pero permaneció pensativo.
—Vuelvo pronto, tengo una cita— dijo después de una alargada pausa y salió de la casa junto a su amiga que todavía se encontraba allí.
Viendo todo esto, el encapuchado hizo señas y se alejaron del lugar. La dama había comprendido su misión allí y emitió una sonrisa. El gnomo iba riéndose por el camino casi en burlas por el joven. El encapuchado permanecía serio emitiendo cierta determinación en sus pasos.
—Sólo en la oscuridad es que descubrimos nuestra propia luz— les dijo el encapuchado y continuó serio por todo el camino.
Por Angel Yamil Ortiz Torres 2010 © #24