Allí el gnomo se volteó hacia ella y le indicó que se acercara al precipicio. La Dama nerviosa por la altura se acercó con los pies temblorosos.
—¿A qué le temes? ¿Temes a lo desconocido? Quizás tienes miedo al riesgo a arriesgarte.
—Sólo temo caerme.
—Jeje, todos poseemos temor a algo. Mientras más fuertes o preparados estemos más difíciles serán nuestras pruebas. Las respuestas se esconden en lo que ignoramos, olvidamos o negamos creer. Esto crea los seres que hemos ayudado a combatir—le dijo el gnomo y agarró a la Dama por la rodilla.
—¿Te refieres a los demonios?
— No son demonios realmente. Son las sombras de la oscuridad interna de nuestro ser. Para que surjan primero deben conocerlos y luego se convierten en los enemigos de nuestro camino—le dijo el gnomo.
—Entonces debemos acabar con las sombras.
El gnomo se rió en burla y le señaló su sombra.
—Dime en que mundo puedes desaparecer tu sombra. Estos seres andan tras nosotros toda la vida. Tienen una función y sólo se pueden enfrentar lo cual nos hace más fuertes. Enfrentarlos nos conduce a la armonía al crecimiento. Ellos existen para comprender el Amor. Lo que nos conduce y nos da vida. La razón de haberte visto mucho antes de conocerte fue gracias a los designios del Amor. El Amor vive en la victoria constante de enfrentar nuestras sombras—le contó el gnomo y le habló en un tono distinto— Abel estuvo en tu misma situación una vez que tuve que lanzarlo al precipicio.
—¿Abel?— se preguntó a sí misma la Dama cuando el gnomo la lanzó al precipicio.
—Es hora que conozcas los tesoros del Amor y la Guerra—dijo para sí el gnomo y se lanzó también.
Por Angel Yamil Ortiz Torres © #30
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