—¿Qué haces aquí?—preguntó el encapuchado algo extrañado.
—Tu hada me trajo hasta acá— le dijo la Dama del Lago y le entregó el cuaderno— Creo que esto es tuyo, ¿qué está ocurriendo?
—Eso quisiera saber, salieron hace unos instantes por lo que debió haber ocurrido algo. Acompañame, iremos a la base— le respondió el encapuchado cuando abrió su cuaderno y creó un portal hacia la base.
Ambos cruzaron el portal y se encontraron frente a la base y de allí se podían ver las criaturas de las sombras algo lejano a ellos. Ambos se escondieron y bajo la dirección del encapuchado comenzaron a aproximarse silenciosamente. Mientras tanto, el gnomo se encontraba algo agotado de luchar. Se estaba enfrentando a todo el batallón de seres oscuros por su propia cuenta. Es entonces cuando una llamarada de fuego vino en su auxilio quemando a algunas de las criaturas de Miedo. El gnomo continuó luchando con más fuerzas cuando no pudo esquivar un golpe del enorme ser Pereza que lo lanzó hacia una roca. Estando allí, Miedo corrió para lanzarse y atacarlo con sus garras cuando una fuerza de la nada empujó el cuerpo del gnomo a un lado. Al ocurrir esto, Miedo no pudo detenerse y sus garras terminaron cortando grandemente la roca.
—Se que estas aquí— comenzó a decir Miedo— ¿por qué no te muestras?
Las palabras de Miedo cayeron al vacío mientras se escuchó un gran silencio perturbado sólo por el viento. Mientras tanto, el encapuchado logró rescatar al gnomo sin ellos percatarse y la hada pareció desaparecerse pero realmente fue junto al encapuchado. Estando todos allí y los seres aun sin descubrirlos, el encapuchado decidió abrir un portal para huir de allí. Iban a huir cuando la Dama del Lago intervino.
—¿Que son esas cosas?— preguntó la Dama del Lago.
—Son seres oscuros, se alimentan de nuestra renuncia a nuestras pasiones y ahora se han apoderado del lugar donde vivo— le respondió el encapuchado conduciéndola al portal.
Pero entonces la Dama del Lago se resistió a seguir.
—No, debes enfrentarlos— le dijo la Dama del Lago
— Imposible son muchos— respondió el encapuchado ansioso.
—Tu tampoco eres poco, ¿o acaso entregarás todo lo que te hace ser tu? No, ahora mismo vas y los enfrentas— casi ordeno la dama y se dirigió a los seres.
Al ver esto, sus manos temblaron por unos instantes pero entonces agarro su cuaderno y materializó su espada.
Por Angel Yamil Ortiz Torres 2010 © #18
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